jueves, 28 de marzo de 2019

Mediodía Texano.







Mediodía texano, sol fuerte, perpendicular, fácil el golpe de calor, y el desmayo.

Estaciono frente a la clínica, para la cual trabajo.

A mi lado hay un SUV blanco, bastante lujoso. Lo miro de reojo, pero algo en su interior me llama la atención.

El SUV está cerrado, y no escucho el ronroneo del motor.

Me asomo a los vidrios del auto. No cabe dudas. Es un niño hermoso, como de 8 o 9 años, de pelo negro y carita redonda.



Recorro con la vista el interior y la sangre se me enfría.

¡Qué! No puedo entender.

Otro niño, en el asiento trasero, o mejor dicho una niña, con unos lazos rosados, mucho más pequeña que su hermano. Deduzco.

¡Oh! Esto no va bien. Me digo.

Miro en derredor y no encuentro a nadie a la vista, pero
decido quedarme un poco más, 5, 10 minutos quizás.

El corazón se me acelera.

¡Oh! Esto no va bien. Me repito.

Me asomo a los vidrios. Aparentemente no veo signos de fatiga. ¿Llamar al 911?

Sin embargo, un rato después, me dispongo a recorrer el parking.

A 20 metros avisto un par de mujeres hablando.

Son hispanas. Sí, tal vez centro americanas.

Sin reparos me les acerco y les pregunto, si alguna es la madre de los chicos dentro del carro.

Por suerte una, algo chaparra y morena, responde que sí.

-Sorry. Es que es mucho calor y pueden asfixiarse.

-¡Oh! Claro que sí, muchas gracias.

Punto o period.

Siento un poco de tranquilidad y me  dirijo a la clínica.

1, 5, 10, 15 minutos, que sé yo.

Miro por los ventanales y aún veo a las mujeres hablando.

¡Oh! ¿Pero será estúpida esta mujer o pariente de López Obrador?

Me digo, un poco ruborizado.

Me hierve la sangre. La siento dentro de mí como un torrente ciego.

Así sucede con Venezuela. Perdón el desliz. El mundo mira, pero no podemos hacer nada. Pienso.

Soberanía nacional. Cualquiera diría que al asomarme a los vidrios del SUV estaba cometiendo injerencia en los asuntos internos. Pero mi Principio de la Responsabilidad de Proteger me movió; tal vez mi humanidad o el hecho de que también soy padre. Sigo pensando.

Finalmente, la mujer vuelve al lado de sus hijos. Gracias a Dios. Me tiembla un párpado.

El SUV parte. Lo veo salir al frontage. La sangre se me remansa y al parecer sentiré alivio otra vez.

¡Mierda!, me doy cuenta que he dejado las llaves.

José Rey Echenique.

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