viernes, 20 de julio de 2018

Un tigre de Papel: el régimen de La Habana.






Hasta que los cubanos no seamos capaces de ver que el régimen de La Habana es un tigre de papel, (como el nombre del célebre documental de Ospina), no podremos concientizar que el fin de la dictadura está al doble de la esquina.

La dictadura, aunque parezca loco lo que digo, es de papel y está alimentada por el inmenso fantasma de la propaganda. Todos los recursos financieros del país, el erario público,  fue derrochado por el dictador Fidel Castro para crear el inmenso fantasma que ha sido la dictadura castrista, un fantasma reflejo de la paranoia que siempre lo aquejada. 

 Crearon el mito del Máximo Líder, el mesianismo como energía, para presentar al caudillo como el remedio de todos los males históricos, pero la realidad demostró de que el supuesto líder, no era más que un anciano corriente, acosado por los mismos fantasmas que el mismo ayudó a forjar. 

Otro de los mitos, es el de que la Seguridad del Estado, cuerpo de contrainteligencia, es una entidad invisible y ubicua que lo escucha todo.

Pero lo cierto es que el Régimen de La Habana es defectible como todos, y hoy más que nunca está atravesando un proceso de transición y de crisis. Ha llegado el fin de los mitos. Ya no hay mesianismos y la dictadura cubana sin mesianismo no es nada. Lo sabe Raúl y sus ideólogos. Ya no hay tiempo, ni dinero para forjar otro fantasma.

 El régimen puso a un pelele en la Presidencia y el dictador II, Raúl Castro, ha hecho un retiro estratégico para ganar tiempo. Se está desarrollando una crisis de lealtades en el mismo corazón del sistema. Ya no hay lealtades a las ideas, ni a ningún hombre, solo lealtades a los intereses, tal vez el tipo de lealtades que históricamente ha dejado más bajas a lo largo de la Historia Universal.

El pueblo de Cuba tiene que darse cuenta de que es en el hombre, donde descansa la fuerza más poderosa, más poderosa que los sistemas, me refiero a la mente. En la mente es donde único no podrán ponernos un micrófono. Por eso los regímenes totalitarios son inseguros, porque han descubierto esta verdad, y tratan de controlar las libertades del individuo en un acto de impotencia y desespero. Saben que nunca tendrán acceso a lo más preciado del hombre: su mente. Unidas, el poder de las mentes es arroyador. Los regímenes totalitarios necesitan de la mentira para subsistir.

Recuerdo el cuento infantil de Hans Christian Andersen: El rey está desnudo. Los sastres le dijeron al rey que ellos podían hacer un traje de telas tan finas, que solos los incapaces y estúpidos no podrían verlo.  Para llevar a cabo el trabajo, los sastres, pidieron al rey los más costosos materiales. Como es obvio, el traje no existía, pero nadie ni el mismísimo rey se atrevía a confesar de que no lo veía, para no quedar como un estúpido ante la gente. El día que por fin estrenó el traje, en medio de una marcha, solo un niño tuvo el valor de gritar que el rey estaba desnudo. Entonces todos se percataron de que se habían engañado a sí mismos. Era el fin de la fantasía del sistema. 

Ese cuento me recuerda al pueblo de Cuba, temeroso de gritarle a los Castros que están desnudos, no de ropas, sino de la verdad, desnudos de dignidad por haber traído la desgracia a nuestra pequeña isla.

Cuando caigan los telones, veremos que todo no eran más que atrezzos invisibles, o los rugidos ahogados de un tigre de papel de estraza.

José Rey Echenique.

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